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Las compañías de indígenas auxiliares ópatas a finales del siglo XVIII.

JESUS DENICA VELARDE CADENA (2012, [Tesis de maestría])

En la segunda mitad del siglo XVIII se incrementaron las hostilidades en la Provincia de Sonora debido a los levantamientos indígenas: la rebelión yaqui de 1740, las sublevaciones seris y la insurrección pima de 1751 (Ortega 1996). Debido a estos acontecimientos, la defensa de esta provincia se convirtió en una de las principales prioridades para la corona. Para reforzar los dominios americanos, las autoridades borbónicas se propusieron armar al ejército, con el fin de que éste contara con las condiciones para enfrentar a los enemigos. No obstante en la Nueva España el virrey tuvo varias dificultades para poder formar un ejército capaz de afrontar el tipo de amenaza a la que estaban expuestos. S e carecía del armamento y presupuesto para solventar sueldos y personal capacitado para realizar actividades bélicas (Velarde 2009). Por otra parte en 1778 los ópatas, que en los últimos años se habían caracterizado por su fidelidad a las autoridades españolas, empezaron a mostrar inconformidad con éstas. El rumor del descontento llegó a las autoridades, por ello desde México se le ordenó a Juan Bautista de Anza que se encargara de averiguar los motivos del disgusto de los ópatas. Anza fue a sus pueblos y entabló relaciones de amistad con ellos, y éstos se quejaron de los misioneros debido a los malos tratos a los que los religiosos los sometían. Asimismo, mostraron inconformidad con los militares españoles porque no les cumplieron las promesas que les habían hecho1. Por último solicitaron algunos privilegios para su capitán general Juan Manuel Varela (Navarro 1964, 299). Ante la situación anteriormente expuesta no se podía correr el riesgo de enemistarse con los ópatas, ya que se necesitaba de ellos para cubrir la defensa de la provincia de Sonora (Navarro 1983). Los ópatas por su parte supieron aprovechar la oportunidad para pactar con las autoridades y pedir algunas exclusividades. Negociaron su auxilio y solicitaron unas peticiones: la creación del presidio de ópatas y que no se cambiara al ministro del pueblo de Bacerac pues los habitantes de ese lugar estaban muy contentos con él. A cambio ofrecían lealtad y obediencia, que eran las virtudes que más esperaban las autoridades de parte de los indígenas.2La idea de formar un presidio de ópatas les convino a los españoles debido a que en ese momento, como se señaló, urgía fortalecer la frontera. Ésta se debía de armar y ello representaba un alto costo para la corona española, pues no contaba con los medios para poner soldados en ese lugar. Ello porque no se tenía ni el presupuesto, ni el suficiente número de hombres para que se encargaran de la defensa fronteriza. Por eso el 18 de julio de 1778 se concedió la petición de los ópatas de crear un presidio con su grupo. El presidio de ópatas se fijó en Bavispe, se escogió el este del valle de Bavispe para crear dicho presidio porque estaba cerca del territorio apache, lejos del presidio de Frontera y a la misma distancia del Presidio de Janos en Chihuahua. Debido al amplio espacio que quedaba entre las fortificaciones mencionadas, los apaches realizaban varias entradas e incursiones en la región, interrumpiendo las siembras y cosechas. Al crearse el presidio de Bavispe en ese lugar, se podría coordinar con los presidios de Fronteras y Janos. Además los indígenas de este pueblo frecuentemente rechazaban los ataques de los apaches, con poca o nada de ayuda militar (Yetman, 2010, 213). El desempeño de la compañía de ópatas fue tan sobresaliente que se optó por crear una nueva compañía del mismo grupo étnico en Bacoachi. Este presidio estaría ubicado en una importante región minera y estratégicamente cerca de Arizpe. Éste último se había convertido en la sede de la intendencia, además era el escenario de numerosas incursiones apaches. Así el presidio de Bacoachi daría un nuevo nivel de protección a la intendencia de Arizpe (Yetman, 2010, 214). También se decidió formar una compañía presidial de pimas en Buenavista. Antes de la creación de los presidios ópatas, esta institución militar ya era una parte importante del imaginario social indígena. La razón era que varios de ellos servían de alguna u otra manera en los distintos presidios de la frontera. De las misiones salían muchos indígenas auxiliares a apoyar a los militares en las campañas que se realizaban contra los demás grupos que se negaban a aceptar el dominio español. Los indios de las misiones eran los que se destacaban más en las expediciones contra los enemigos. Es por ello que los españoles demandaban cada vez más su apoyo en los enfrentamientos militares. A manera de recompensa por su auxilio se les concedieron privilegios especiales. Por ejemplo a los ópatas de Bacerac se les dispensó del trabajo de repartimiento para que ayudaran en la defensa de la frontera (Mirafuentes, 1986, 97). Los indígenas auxiliares ópatas entraron en la dinámica del Antiguo Régimen hispánico. Como miembros de los pueblos de misión y como parte del real servicio participaron en las prácticas políticas de éste. Los indígenas, al ser integrantes de un grupo en específico, es decir el pueblo de indios, recibieron ciertos privilegios. Asimismo, como soldados auxiliares del rey solicitaron favores y peticiones a cambio de su ayuda. También establecieron lazos con militares y eclesiásticos, y a través de éstos obtuvieron beneficios. En base a lo anterior se puede considerar que los indígenas adoptaron el imaginario del Antiguo Régimen hispánico para salir lo menos posible afectados de la nueva dinámica que se les impuso. Estos optaron por negociar y preservar ciertos derechos sobre sus tierras, ello con el fin de evitar situaciones más riesgosas y violentas para sus comunidades. Al crearse el presidio de ópatas, estos indígenas participaron más activamente en el imaginario militar hispánico. Este imaginario social se acentuó más en sus vidas pues se sometieron más a las autoridades militares. Al convertirse en soldados presidiales del rey se sujetaron a un sueldo y a cambio de éste debían acatar todas las órdenes que se les dieran sin poner condiciones. La institución del presidio propició que los ópatas descuidaran sus comunidades por atender constantemente las labores que les asignaban sus superiores. Como ya se señaló, los presidiales ópatas, como parte del servició militar, aprendieron a usar el imaginario social del Antiguo Régimen hispano para dirigirse a las autoridades y solicitar los derechos que tenían por pertenecer a éste. Pidieron tierras, aumentos de salarios, derechos de viudez e invalidez, etc. No obstante, a pesar de su lealtad y buen desempeño, las autoridades españolas, la mayoría de las veces, no atendieron las demandas de los ópatas. Éstos siguieron percibiendo un salario tan bajo que no les alcanzaba para cubrir ni sus necesidades básicas como el alimento y el vestuario. E independientemente del cargo que tenían seguían persiguiendo el mismo sueldo, por lo que los indígenas ya no ambicionaban ascender. En 1790, fray Juan Felipe Martínez señaló que los ópatas estaban cansados por las fuertes demandas de su labor. Hizo hincapié en la pobreza en que se encontraban y en el abandono que sufrían sus tierras debido a que no las podían atender porque eran enviados constantemente como soldados, escoltas y mensajeros (Radding, 1997, 259). Por esta situación, los pueblos ópatas estaban decayendo, y el descontento hacia los españoles crecía cada vez más. Como se puede apreciar los soldados ópatas fueron utilizados por las autoridades españolas para su beneficio, pues aunque obtuvieron cierto prestigio por pertenecer al servicio real, el costo que pagaron fue muy alto: sus comunidades se empobrecieron y sus tierras se descuidaron. El capitán general recibió los mayores beneficios debido a que su mando se alzaba por sobre toda la etnia. Pero los demás soldados y sus familias se vieron afectados: los primeros porque recibieron una fuerte carga de trabajo poco recompensada, y los segundos debido a que por las largas ausencias del padre de familia, las mujeres e hijos tuvieron que ayudar a conseguir el sustento diario, sembrando lo poco que podían. No obstante los ópatas se mantuvieron fieles a las autoridades españolas pues éstas siguieron reportando sus muestras de lealtad.

CIENCIAS SOCIALES Historia militar Guerras Milicia

De Chan Santa Cruz a Santa Cruz de Bravo. ANÁLISIS SOCIODEMOGRÁFICO DE LOS MAYAS CRUZO’OB EN EL CENSO DE 1930

Lendy Rosario Ek Ek (2023, [Tesis de maestría])

“La elección del tema de investigación obedeció a las posibilidades de encontrar acervos históricos disponibles durante la contingencia sanitaria; pero al mismo tiempo, quería trabajar un tema que respondiera a mi interés por estudiar la región a la pertenezco. Ello representó el desafío de adentrarme a fuentes que desconocía, en el contexto particular que trazó la pandemia. Es así como, a propuesta de mi directora de tesis, decidí centrar mi investigación en la población maya macehualoób y su presencia en el censo de 1930, a cuyas boletas censales y tabulados básicos pude acceder mediante los sitios electrónicos de Family Search y del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). La guerra maya suscitada en el nororiente de la península a mediados del siglo XIX reconfiguro el espacio que hoy ocupa el Estado de Quintana Roo y dentro de ella, a sus habitantes. El enfrentamiento tuvo como principales actores a las autoridades locales y federales, incluidos militares, y la población originaria de la zona. La rebelión originada desde los atropellos cometidos hacia los mayas desde la colonia y las disputas por sobre la posesión de las tierras, estalló en la ciudad maya de Tepich en julio en 1847. Rápidamente se expandió en el resto del territorio, tomando nuevos seguidores, nuevas formas de ataque y defensa, y sobre todo nuevos argumentos de lucha. Dentro de estas reconfiguraciones nace Noj Kaj Santa Cruz Baalam Naj Kampokolché, mejor conocida como Chan Santa Cruz, ciudad fundada por los mayas replegados en el centro de la selva. Nombrada así por la Cruz Parlante, Chan Santa Cruz surgió como un espacio sagrado, santuario de la Cruz y refugio de los mayas insurrectos que por más de medio siglo mantuvieron la lucha. Fue hasta 1901, que Chan Santa Cruz pasó a ser la ciudad de Santa Cruz “de Bravo”".

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